Coquito, Alyssa Style

Where there are Puerto Ricans celebrating something in the latter half of the year, there is coquito. My people’s answer to eggnog, coquito is much stronger and creamier than its American cousin, almost a dessert in beverage form. The family coquito recipe is a closely-held treasure, differing from those of other families and passed down by grandmothers. She will make the batch in semi-secrecy, usually without assistance, to maintain this mystique. To receive it in her practiced script is an honor, accorded to trusted daughters and daughters-in-law to keep the knowledge alive.

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Coquito, Alyssa Style
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My Place in the Palms

Images of people in my culture don’t look like me.

There’s a trivial sense in which that’s not true. My dark, angled eyes, curly hair, curvaceous figure, and diminutive stature all betray my origins. Our beauty queens and pop stars in particular look like me, conspicuously lighter in hue than even our own relatives. As distinctive as I always am in family photos, someone else who looked like me would not have seemed out of place.

But the image of us isn’t a scientist. She isn’t an atheist or a socialist. She isn’t dating outside her race. She isn’t deliberately far away from her parents. She isn’t autistic. She isn’t transgender. She isn’t gay.

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My Place in the Palms

Why I Am Not Two-Spirited

Particularly in Canada, much is made of the “two-spirit” identity claimed by many queer indigenous people in North America. It might seem natural for me to claim it, as part of my assertion of my Taíno heritage as having primacy over the Spanish within my experience of my Hispanicness. No such ease appears to me, however. Two-spirit is an idea I cannot claim, for many reasons.

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Why I Am Not Two-Spirited

Making This Body Mine

My navel piercing was exhilarating.  I got it the last time I was in Miami, surrounded by my Miami friends who had no idea why I’d just signed up for such a feminine-coded body modification.  Having friends there made the event exciting; having Ania made it safe.  I faced the needle with enough nervousness that I had to fill out the “I’m the right age” form twice.

Ania has a picture of the face I made when it went in.  I’m not sharing it.

Afterward, though?  The soreness commingled with a heady endorphin rush that I should have expected but most definitely did not.  I was giddy with delight.  If we weren’t already at our financial limit, I might have signed up for another piercing then and there, in that euphoric haze.  I’m looking forward to that feeling again.

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Making This Body Mine

Hija de Caguas y La Habana

In observance of Mother Language Day and because its topic makes this appropriate, the rest of this post is in my native Spanish.

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He pensado mucho de mis raíces.  Soy una criatura de combinación, hecha de muchas piezas, cosida difícilmente junta.  Soy americana, boricua, cubana, y en unos meses, canadiense.  Nací en una ciudad, de padres ciudadanos y campesinas, quienes llegaron a madurez en New Jersey después de niñeces en las islas del Mar Caribe, inmigrantes sin inglés.

Viví en New Jersey, rodeada de las culturas italiana-americana, boricua-americana, e irlandés-americana.  Viví también en Miami, en el medio de la cultura cubana-americana y la mezcla de cosas raras y únicas que es el sur de la Florida.  Vivo ahora en Canadá, en donde tengo que construir cosas familiares de partes salvadoreñas, jamaicanas, y polacas.

No sé si jamás veré los lugares de mi pasado.

Años van a pasar antes que podrá volar a New Jersey para ver la calle donde viví.  Mis padres me dijeron que la casa ya no parece como acuerdo, que las rosas ya no crecen en el patio y la mata de acebo hace años se murió.  Quizás es mejor que no lo veo.  Hay carboneros por acá, y casi nadie que quiero ver por allá.

Mi familia no quiere bregar con la idea que yo soy la persona que soy.  Cada vez en cuando me llaman, pero no ha sido similar que antes.  Ahora se oye la tristeza o el coraje en sus voces cada vez que oyen la mía, como que están hablando con una fantasma de una memoria.  Lo que oigo es literalmente nostalgia: dolor en sentir que algo se perdió y no se consigue más.  Ya no me piden a llamarlos.  Mi familia en Miami es, por su cuenta, mucho más pequeña ahora, consistiendo de la minoría de mis relaciones que no me han repudiado y amigos que han quedado cerca.  Si vuelo a Miami otra vez, tendré que solicitar amigos para albergarme, porque jamás podré sentirme seguro en la casa de mis padres.  Hay recuerdos queridos por allá, y cultura familiar, y comida que me hace llorar.  Quiero regresar, eventualmente.

Nunca he visto a Cuba ni a Puerto Rico personalmente.  Quizás algún día tendremos dinero suficiente para visitar a las islas que me dieron las culturas de mis padres, para que yo pueda ver así cerca de donde vengo.

Nunca he tenido una relación especialmente cariñosa a mis raíces culturales.  La cultura hispánica todavía da apoyo a sentimientos homofóbicas, anti-transgéneras, anti-ateas, y de varias otras formas opuestas a lo que yo vivo.  El machismo hispano es famoso, severo, asqueroso, y vergonzoso, y no quiero ningún parte en preservarlo para las generaciones futuras.  Las generaciones futuras merecen mejor que eso.  Hay mucho para criticar en nuestra historia, especialmente ahora que el poder de la Iglesia Católica sobre las sociedades hispánicas se está debilitando.  Fue posible, con mi distancia y mi expulsión de la compañía hispanohablante, que yo rechazara el resto.  Fue posible, con esa ruptura, que rechazara mi raza también.

Ni quería ni pude.  Aunque podría ser blanca en un contexto específicamente latinoamericano, no soy blanca por acá.  Traigo detrás de mi cienes y cienes de años de revolución y resistencia, yuca y maíz, sol y arena.  Detrás de me tengo los atentos finales de Hatuey y Agüeybaná de conseguir un archipiélago Taíno fuera de control español.  Detrás también tengo los esclavos africanos quienes nos dieron las delicias de nuestra cocina: sancocho, tostones, mofongo.  En ser rechazada de la cocina de mis padres y prevenida a quedarme conectada a mis raíces de esa manera, tuve desaire recargada a conocer de dónde vine.

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Hija de Caguas y La Habana